Hace unas semanas leí un artículo titulado, ¿por qué quiero que mis hijas aprendan empatía en vez de chino? Ahora soy yo la que se da cuenta que necesito aprender empatía (aquí os dejo el enlace al artículo).
Estas dos últimas semanas me ha sucedido algo con mi hijo que me gustaría compartir contigo.
Un día no se encontraba muy bien al levantarse, pero parece que se le pasó en unos minutos y le llevé al colegio. A las 3 horas me llamaron para que fuese a recogerlo, al niño le dolía mucho la barriga. Yo fui a buscarlo, tenía ganas de ir al baño y una vez en casa, pasada una media hora, estaba perfectamente. Estuvo muy bien todo el día pero a la mañana siguiente volvió a levantarse con dolor de barriga y no quería ir al colegio. Esto se repitió los siguientes 5 días, en los que el niño estaba bien todo el día salvo a la hora de ir al colegio, con fin de semana de por medio en que se encontraba perfectamente.
Llevé al niño al pediatra y me confirmó que estaba aparentemente bien. En esos cinco días probé varias técnicas, le llevé a la «fuerza» y me volvieron a llamar para que fuese a recogerlo, probé a decirle que se le pasaría, que si le dolía yo iría a recogerlo, pero nada. Te prometo que indagué y le pregunté qué le pasaba, creo que ni él lo sabía.
Cuando llevaba tres días sin ir al colegio me pregunté a mi misma si había tenido con él la suficiente empatía, la respuesta es no. Creo que en realidad no me había llegado a creer del todo que le dolía la tripa, y que no había sido capaz de ponerme en su piel. Al niño realmente le dolía, tenía miedo de que volviese a pasarle como el primer día y ese miedo hacía que le doliese.
Busqué entre mis libros, ¿cómo puedo ponerme en su piel? ser empática no consiste en decirle vamos que enseguida se te pasa, consiste en abrazarle y sentir como le duele, sin juzgar, decirle que sientes que le duela y de verdad creerle.
A menudo, en vez de tratar de comprender, discutimos, reñimos o ejercemos presión para que nuestros hijos organicen sus reacciones como lo haríamos nosotros si estuviésemos en su lugar.
El hecho es que no somos nuestros hijos. Ellos poseen su forma propia y exclusiva de organizar sus experiencias, y esa exclusividad debe respetarse.
Cuando decidí ponerme en su piel, entender que le dolía y hacerselo ver, conseguí al fin que fuese al colegio, le expliqué además que a veces hay que hacer cosas aunque no estés bien del todo.
Ya ha ido tres días al colegio y sigue llorando por la mañanas, yo le abrazo y le creo y luego vamos al colegio y a la vuelta está muy contento porque ha pasado algo bonito en el colegio y lo ha pasado muy bien.
¿Te gustaría practicar más tu empatía? el coaching también puede ayudarte en eso. Llámame y hablamos.
Si te ha gustado compártelo, seguro que a alguien que conoces le irá bien.
Un abrazo y hasta pronto.