Contenido
Hace unos días me encontraba en una encrucijada, me sentía triste y un poco perdida. En mi ansia de formación y de autoconocimiento me había embarcado en varios proyectos que estaban empezando a desbordarme. Si yo no me encuentro bien, ¿Cómo voy a acompañar a otros en su trasformación?
Una mañana, cansada de la situación, al volver de correr, me dije, me voy al Camino de Santiago a introspeccionar. Así que decidí parar, cerré algunos proyectos y puse otros en stand by.
Confieso que al principio me dio un poco de miedo y pereza, eran solo 3 o 4 días, pero con esta historia del Covid, pensaba: «no sé si habrá demasiadas restricciones en los albergues, si encontraré sitio para dormir, si tendré todo lo necesario, si…»
Llegaron los miedos a mi cabeza…
La decisión final me costó un poco más tomarla. Sin embargo, en pocos días, me vi en Burgos, con mi mochila en la espalda y sin saber muy bien hacia donde ir.
Los aprendizajes del camino
En el camino tuve la suerte de conocer a Pepe, que ayuda al hospitalero de Castrojeriz. Pepe me contaba que se sentía rico, que no necesitaba nada, que tenía todo lo necesario, había aprendido a ser feliz con muy poco.
Pepe es un hombre delgado, de larga barba, no tenía aspecto de vivir con muchos lujos. Y cuando necesitaba algo lo pedía y cambiaba por marcapáginas que él mismo hacía o por su propio trabajo.
El comentario de Pepe y la experiencia del camino me hicieron recapacitar. En mi mochila llevaba un recambio de ropa, una toalla, unas chanclas y poco más. Con las cuatro cosas tenía suficiente para vivir, igual que Pepe.
¿Cuánto tiempo empleo para ganar dinero que gasto en cosas que no necesito?
Pocos kilómetros después de dejar a Pepe quise sacar algo de mi mochila, para ello tenía que parar, porque la llevaba en la espalda y atada a la cintura. Entonces pensé, cuando vuelva de nuevo al camino compraré otra mochila que tenga bolsillos delante.
¡Pilar! ¿Dónde está el aprendizaje? ¿ya te has olvidado? ¿de verdad necesitas esa mochila nueva?
¿Cuántas veces crees haber aprendido algo y lo olvidas en cuanto das tres pasos?
No se trata de vivir una vida de austeridad (o quizá sí, es tu decisión). Se trata de pensar en qué empleamos nuestro dinero, que al final viene a ser lo mismo de en qué empleamos nuestro tiempo.
Como decía Pepe, mi tiempo es mío, yo lo valoro mucho y decido en qué lo empleo y cuándo es tiempo de cambiar.
Si no eres feliz con muy poco, tampoco serás feliz con mucho
Es otra frase que escuché a Pepe, que tiene mucho que ver con lo que te he contado antes. Y es que al final, la decisión de ser feliz o no serlo, es solo tuya.
Tengas una mochila, con muchos bolsillos o con pocos, un saco de dormir más grueso a más fino, unos pantalones de 10€ o de 50€. La felicidad es tu decisión.
Cuando le contaba esto a mi hijo me decía. Pues no estoy de acuerdo, yo soy mucho más feliz si me llevas a esquiar que si me quedo tirado en el sofá.
Entonces ¿solo disfrutas esquiando? ¿estás confundiendo la adrenalina con la felicidad?
Necesitas reprogramar tu mente. Buscar algo que te guste sin necesidad de ir a esquiar. Más que nada, porque no siempre hay nieve y si no cambias te sentirás muy infeliz en la vida… ¿Acaso no te divierte un juego de mesa, un buen libro, unos chistes en familia, pegar patadas a un balón con tus amigos…? Siempre hay algo que te hace sentir bien.
A veces confundimos la comodidad o la adrenalina con la felicidad, y nos pegamos la vida corriendo detrás de esa comodidad que ¿crees que te traerá la felicidad?
El frio está solo en tu cabeza
Nunca lo había pensado así, pero es cierto, ayer lo escuché a otra persona.
Todo lo que percibimos está realmente en nuestra cabeza.
Desde luego no me gusta pasar frio, pero de nuevo es el mismo aprendizaje. Solo yo decido lo que “necesito” para vivir y cuánto estoy dispuesta a sacrificarme para conseguirlo.
En realidad, para vivir solo necesitamos, aire, agua, comida y abrigo. Cuando nos quejamos por no tener alguna otra cosa, estamos diciendo a nuestra cabeza que necesitamos algo más ¿es cierto?
Lo peor es que además tememos perderlo y de la necesidad vamos al miedo y la felicidad ¿para cuándo?
Ahora me doy cuenta que esta era también mi encrucijada, tenía tantas ganas de aprender cosas nuevas, de mejorar, que me había involucrado en demasiados proyectos al mismo tiempo y ahora pienso ¿Cuántos mentores necesitas para ser feliz?
Y tú, ¿Qué tienes en tu cabeza?
Esta es una entrada muy diferente a las que acostumbro a compartir contigo. Me apetecía explicarte un poco mi experiencia del Camino, fueron 3 días de camino en soledad, que dieron para esta reflexión y para otras que vendrán más adelante.
Espero que te haya servido al menos para darte cuenta de que se puede ser feliz con muy poco.
¡Me has transmitido mucho en tan pocos párrafos, María Pilar! Nunca he hecho el Camino, pero me han contado muchas historias y aprendizajes sobre él.
Mi vida es un poco así, llena de momentos en los que he aprendido que no tener lo que quieres no debe hacerte sentir infeliz. Cuesta no compararse, no desear lo que otros tienen y disfrutan, pero lo que tengo claro es que no vale la pena «dejar de vivir» para conseguir esas cosas.
Con los años me he dado cuenta de que cada día puede ser especial, aun estando en el sofá de casa.
¡Un abrazo y feliz semana!
Genial el aprendizaje de que cada día puede ser especial Eva, gracias por compartirlo y enhorabuena por tus aprendizajes.