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En un taller sobre estrés que impartí hace poco en una empresa, Fernando me preguntó, «Pilar, ¿Entonces se trata de estar feliz a toda costa?» Yo creo que no, pienso que tu paz mental está en aceptar tu sombra.
Las emociones no se controlan, se gestionan. Si uno de tus pensamientos ha activado una emoción en ti, negarla o controlarla, no la resolverá. Lo mejor que puedes hacer es sentirla, comprender qué información te trae y dejarla ir, eso te traerá paz mental. Ignorarla te traerá más de lo mismo.
Pensamiento positivo a toda costa
Durante mucho, mucho tiempo pensé que la emoción del enfado era dañina para mí, porque me hacía comportarme de un modo que me avergonzaba. Y por eso trataba de controlarla, de evitarla, de no mostrarla.
Algo así me pasa con la tristeza. Cuando era pequeña y lloraba, mi madre me decía, «no llores o te daré una torta para que llores por algo» y si lloraba, me llevaba la torta.
Imagínate lo difícil que me resulta expresar la tristeza. Mi subconsciente ha aprendido que es peligrosa, así que no la deja ni asomar. Por eso cuando siento una pérdida, la tristeza se trasforma en enfado. Me toca trabajarlo y enseñarme que la tristeza es solo una emoción, ni buena, ni mala y que me trae un mensaje.
Hablando con mi hijo, le contaba esto mismo y su respuesta fue, mamá, a todo el mundo le cuesta aceptar la tristeza.
Pues bien, hoy siento que estaba equivocada, que si la emoción de la tristeza viene a mí, porque un pensamiento la ha provocado, ¿por qué no aceptarla vivirla y sentirla?
Lo que no creo que sea saludable es engancharme a ella y que viva en mí durante meses (al final una emoción dura 90 segundos…).
Entonces, pensamiento positivo a toda costa, NO; aunque sí la mayor parte del tiempo.
¿Qué provoca una emoción en ti?
Una emoción va siempre precedida de un pensamiento, no es la acción la que provoca la emoción, es el pensamiento que surge en tu cabeza consecuencia de la acción. Y tú, sí puedes controlar tus pensamientos.
Una vez que una acción ha disparado un pensamiento en tu cabeza y ese pensamiento ha disparado la emoción del enfado, salir de ahí no es tan fácil.
Por ejemplo, si vas conduciendo y un coche se te cuela y tienes que pegar un frenazo, si eso activa en ti la emoción del enfado, no te será fácil volver a la serenidad.
Por que si estás en el enfado, casi todos los pensamientos que vengan a tu cabeza serán de enfado, y no pararás de pensar, «pues será estúpido, podíamos habernos matado…». Entras en un bucle de contarte una y otra vez la misma «mierda», o una mierda distinta y cada vez peor.
Por tanto, aunque tú si puedes controlar tus pensamientos, te costará mucho trabajo mientras sigas en el secuestro de la emoción, que además quieres negar.
Tu paz mental está en aceptar tu sombra y gestionar tu emoción
Paso 1 reconoce la emoción
Lo mejor que puedes hacer es reconocer que sientes esa emoción, ponerle nombre, describir lo que sientes y cómo lo sientes en tu cuerpo.
Paso 2 siente cómo se manifiesta en tu cuerpo
Nuestro cuerpo detecta antes las emociones que nuestro propio consciente, si escuchas a tu cuerpo te darás cuenta que además de la emoción sientes un nudo en el estómago, en la garganta, tu corazón se acelera, tus músculos se tensan o algo diferente pero seguro que parecido…
Cuando sientas que estás ahí, párate a respirar y sentir con intensidad esa sensación corporal, dale todo el volumen e intensidad que puedas. Cuando sea muy muy grande, hazlo más grande aún, hasta que desaparezca…
Paso 3 ¿Qué información me trae la emoción?
Cuando desaparezca la sensación corporal pregúntate, ¿Qué información me trae esta emoción? ¿Qué quiero hacer ahora con esta información?
Cómo lo aplico en mi propia situación
En mi taller en la empresa, había 20 personas, 19 me miraban atentamente, sonreían, asentían, participaban e incluso a veces lloraban. Había una persona que se le veía incómoda, todo el tiempo cambiando de postura…
Reconocí en mí la frustración, mi José Manuel me decía «no sé qué hacer para que esta persona se integre». Había advertido a todos desde el principio que yo iba a dar lo mejor de mí, que lo que se llevaran ellos, dependería de su grado de implicación y participación. Sin embargo, me sentía frustrada.
¿Dónde siento la frustración? en la garganta, la siento como un nudo. Un nudo que puedo hacer grande, grande, grande hasta que se disuelve.
¿Qué información me trae? que aún tengo esa creencia limitante de escasez, de no ser suficiente. Sé que en mi infancia andaba siempre buscando el amor de mis padres y de mis hermanos y parece que aún no lo he superado. Parece que necesito que TODOS me quieran.
¿Qué quiero hacer a partir de ahora? Esforzarme en dar lo mejor de mí, sobre todo por las personas que sí están siguiendo el hilo de lo que cuento. Si incluso Gandhi o Teresa de Calcuta tenían detractores, ¿Cómo no voy a tenerlos yo?
Si me centro en gustar a todos, terminaré no gustando a nadie.
Cuando hago este ejercicio, conecto con la paz mental, me siento mucho mejor, liberada y sabiendo que la próxima vez, lo interpretaré de un modo diferente.
Conclusión
Ahí está mi paz mental, ahí está la autenticidad que siempre ando buscando, en aceptar mi sombra, en aceptar que a veces me enfado, que a veces estoy triste y que muchas veces tengo miedo. Y que no es bueno, ni malo, quizá sea doloroso, pero no malo.
Lo que sí es de verdad «malo» es rechazarlo y no gestionarlo. Las emociones no gestionadas son veneno en nuestro cuerpo.
Ese fue mi aprendizaje del día, una jornada maravillosa para subir otro peldaño en la escalera de la consciencia.
Si lo que te he contado te ha resonado y te gustaría comentar tu caso conmigo, reserva una sesión de 30 minutos sin compromiso y vemos cómo podemos cambiarlo.
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